DIETA

 

Comer menos alarga la vida incluso después de cumplir los 80

 

ANGELA BOTO


En la salud también se debe aplicar la máxima «nunca es tarde si la dicha es buena», aunque en este caso lo que debe ser bueno es la voluntad o el deseo. Hace ya más de siete décadas que se sospechaba que reducir la ingesta calórica prolongaba la vida, y en los últimos años, las evidencias parecen confirmar esta intuición. Un estudio, publicado en el último número de Science, va un poco más allá y ya no deja lugar a excusas para no cuidarse, incluso después de haber cumplido los 80.

Según este trabajo no importa lo disoluta que haya sido la vida de un individuo, en lo que a alimentación se refiere, ni la edad que tenga, porque en el momento que comience a controlar su dieta ganará años de existencia.


El experimento que demuestra que nunca es tarde para empezar a restringir la ingesta de calorías se ha realizado con la denominada mosca del vinagre, Drosophila melanogaster, el insecto que pulula alrededor de la frutas que están demasiado maduras.


En estos animales, así como en ratones y en monos, los estudios realizados ya indicaban que una dieta hipocalórica mantenida desde aproximadamente la mitad de la vida retrasa la aparición de los signos propios del envejecimiento y alarga la vida.


En el presente trabajo, investigadores estadounidenses y británicos buscaban examinar los efectos de introducir una dieta estricta en el último periodo de la vida. En todos los experimentos llevados a cabo hasta el momento se considera la restricción calórica como una reducción de entre un 20% y un 60% de la cantidad de alimentos. Eso sí, siempre teniendo en cuenta que se cubren todas las necesidades nutricionales. Los expertos en envejecimiento hablan de 1.800 calorías diarias para los humanos.


En el experimento aparecido en Science, los investigadores sometieron a un grupo de moscas del vinagre a una dieta estricta desde el principio de su existencia, mientras que otra parte de los insectos se alimentaron a placer hasta alcanzar una madurez de entre 14 y 22 días. En este momento, los investigadores pusieron a dieta a los animales que habían comido normalmente. Teniendo en cuenta que Drosophila melanogaster vive entre 20 y 30 días, la situación sería comparable a una persona de entre 70 y 80 años que comienza un regimen hipocalórico.


Los efectos no se hicieron esperar y, en tan sólo 48 horas, los científicos observaron que la tasa de muertes asociadas al envejecimiento entre las moscas que comenzaron el régimen cuando ya eran ancianas disminuyó hasta igualarse a la de aquellas que se habían pasado la vida a dieta.


Los autores observaron que el camino era de ida y vuelta, porque la reacción contraria fue igual de inmediata. Dos días después de comenzar a comer a voluntad, los insectos que hasta ese momento habían seguido una alimentación limitada empezaron a envejecer más deprisa y a morir antes.


La primera crítica que se puede hacer a este trabajo es que sus resultados podrían no ser completamente aplicables a los seres humanos. Y así lo indican los autores del comentario que se incluye en la misma publicación, a la vez que señalan que la prioridad ahora es repetir este experimento en ratones. Sin embargo, estos mismos científicos consideran que los hallazgos de este estudio son, en cualquier caso, importantes porque aportan una prueba más de que «los comportamientos presentes ejercen una fuerte influencia sobre la tasa de muertes asociadas a la edad».


Flexibilidad

Estos expertos abren con su comentario el debate sobre si se deben realizar todas las intervenciones médicas posibles incluso cuando el paciente ya ha alcanzado los 80 o los 90. En su artículo citan numerosos trabajos que indican que, «aunque las circunstancias del principio de la vida ejercen una influencia significativa en la salud y en la superviviencia, estos efectos tienen menos importancia que los cambios que se hagan en el momento presente».


Entre otros ejemplos dan el del caso alemán tras la caída del muro. Después de la reunificación, la mortalidad del Este descendió hasta situarse en las cifras observadas en el Oeste. Este efecto fue especialmente llamativo entre la población anciana. El cambio se produjo fundamentalmente por las mejoras en las condiciones socioeconómicas y sanitarias.


En su repaso de la última década de investigaciones sobre envejecimiento, estos investigadores aseguran que este proceso, aunque es inevitable porque es el resultado de la acumulación de agresiones a las células, «es muy flexible» y que «la supervivencia se puede prolongar con varios cambios genéticos e intervenciones no genéticas». Así que, incluso después de haber superado los 80, es posible vivir más con tan sólo modificar ciertos hábitos de vida.


La restricción calórica es una de esas intervenciones que cambia positivamente el ADN. Hace cuatro años Science publicaba el primer experimento que demostraba que el control de la dieta reduce la actividad de los genes asociados al envejecimiento celular.

 

[de El Mundo]

 

 

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