Wangari Maathai

Premio Nobel de la Paz 2004.

Wangari Maathai explica a Geoffrey Lean cómo los árboles crean la paz y cómo la deforestación y la degradación de las tierras llevan a conflictos.

En las sociedades africanas tradicionales, paz y árboles eran sinónimos. Bajo sus ramas se resolvían conflictos, los ancianos de la tribu llevaban varas de los árboles para efectuar reconciliaciones, y la gente hasta solía usar sus nombres para saludarse. “Por cierto, la cultura africana era una cultura de paz formada alrededor de los árboles,” dice la profesora Wangari Maathai , promotora de la plantación de unos 30 millones de árboles jóvenes en el Continente.

Ahora, el Comité Nobel Noruego ha actualizado esta conexión confiriendo el Premio Nobel de la Paz 2004 a la Profesora Maathai , la fundadora del Movimiento de Cinturón Verde. Ella es la primera activista medioambiental que gana el premio, y la primera mujer africana en ganar un Premio Nobel.

Fue una decisión controvertida -- y atacada por algunos políticos que dijeron que “un premio de la paz debería honrar la paz, no el medio ambiente”. Pero el Profesor Ole Danbolt Mjøs, el Presidente del Comité, replicó en su discurso en la ceremonia de entrega de los premios en Oslo: “La protección del medio ambiente se ha convertido en un paso más hacia el logro de la paz”.

El Comité mismo fue aún más explícito. “La paz en la Tierra depende de nuestra capacidad de asegurar el medio ambiente en que vivimos,” expresó. “ La Profesora Maathai se encuentra al frente de la lucha para promocionar el desarrollo social, económico y cultural ecológicamente viable en Kenia y en Africa.”

La Profesora Maathai -que ahora es Ministra Adjunta de Kenia para Medio Ambiente y Recursos Naturales- habló a Nuestro Planeta tres días después de la ceremonia. Hizo hincapié en cómo el uso desigual e insostenible de los recursos naturales de la Tierra está conduciendo a conflictos, local, nacional y mundialmente.

Comenzó hablando de los árboles africanos. “Muchas comunidades en Kenia, y estoy segura que en todas partes de Africa, tenían el concepto de árboles de la paz,” dijo. “Cuando los ancianos trataban de lograr la reconciliación entre comunidades e individuos solían sentarse alrededor de árboles específicos. En efecto, los pueblos luhya de Kenia occidental, al encontrarse, se saludaban con el nombre de la especie que usaban como árbol de la paz, murembe .

“Entre los kikuyo,” agregó, “el árbol de la paz era una especie llamada thigi . Es más bien un arbusto que un árbol, con muchos retoños. Solían cortarse varas de los retoños que se entregaban a los ancianos como un símbolo de autoridad. Los ancianos llevaban estas varas a todas partes que iban. Cuando encontraban gente que estaba peleando, empezarían por tratar de dia- logar con ellos, y si a continuación pronunciaban un juicio de que no existía razón para su desacuerdo, colocaban la vara entre las partes en riña. Una vez hecho esto, los protagonistas debían separarse y declararse reconciliados.”

Los árboles thigi antaño eran comunes y estaban protegidos. Estaba prohibido cortarlos para ningún otro fin, o usarlos para construcción o leña. Pero ahora han desaparecido tan totalmente, hasta el punto que ni la misma Profesora Maathai ha visto alguno.

Los árboles lucen hermosos en el paisaje y dan esperanza a la gente

“Desaparecieron porque ya no se valuaban, ni su importancia era discutida. Ya no se obligaba a la gente a ser reconciliada por los ancianos en la comunidad. Con el colonialismo, toda esta estructura fue destruida. Ahora, cuando las personas tienen un enfrentamiento, son arrestadas y encarceladas. Ya no hay más árboles thigis -- y hay mucho más conflicto.”

Esta historia podría ser una parábola para la seguridad medioambiental en Kenia, Africa y el mundo. La Profesora Maathi expresa: “Cuando los recursos son degradados o se los explota en exceso, la gente pelea por ellos.” Ella ha visto esto en su propio país -- y le ha provisto una de sus más fuertes motivaciones. Recuerda que, de niña, “creció viendo vegetación todo a mi alrededor: la tierra siempre estaba cubierta de bosques y árboles. No teníamos una palabra para desierto, porque nunca lo habíamos visto.”

Recuerda cómo solía ir a buscar agua de una fuente “mirando fascinada cómo el agua limpia y fresca se abría camino por la blanda arcilla roja tan suavemente, sin siquiera perturbar un solo grano del suelo” y “los arroyos, los hermosos riachuelos”.

Hoy día, los árboles se han cortado para hacer lugar para las plantaciones de té, y los arroyos y las fuentes se han secado. “Puedo sentir la tragedia bajo mis pies”, dijo. “Los surcos y los cauces me miran mudos, contando la historia de la erosión del suelo, desconocida en el pasado. El hambre está reflejada en la cara de la gente.”

Ahora sólo queda un 2 por ciento de la cobertura de árboles original de Kenia, y la explotación excesiva de la tierra ya ha llevado a conflictos. Pastores y agricultores ya han estado en pugna sobre el uso de las zonas sanas que quedan en el país.

El mismo proceso se halla tras el conflicto en Dafur, Sudán, continúa diciendo. “Hasta cierto punto se trata de un conflicto entre campesinos pastores y agricultores porque la tierra ha sido degradada.”

Los políticos pueden empeorar el conflicto. “La tensión puede ser ocasionada por la explotación excesiva de los recursos naturales y ser manipulada luego por los políticos, o los políticos pueden instigar desafección o insatisfacción, que es fácilmente recogida por el pueblo debido a la presión sobre los recursos.

Es una cosa muy común, pero por lo general no pensamos en el medio ambiente o en la pobre administración de los recursos naturales, que sucede a menudo debido a una pobre gobernanza. Si no hay democracia, o una buena distribución y una gestión responsable de los recursos ocurre conflicto, y es tan fácil manipularlo. Entonces la gente no dice ‘Nuestro medio ambiente está degradado: ¿qué podemos hacer para rehabilitarlo?' En vez de ello generalmente van y se pelean por lo que queda.”

El Profesor Mjøs subrayó este punto en su discurso en la ceremonia de entrega de los premios. “Las guerras y los conflictos actuales tienen lugar no tanto entre los estados como dentro de ellos,” dijo. “Cuando analizamos conflictos locales tendemos a concentrar la atención en sus aspectos étnicos y religiosos. Pero a menudo también son las circunstancias ecológicas y religiosas subyacentes que llevan los aspectos más fácilmente visibles al punto álgido.” Citó la desertificación en Darfur, el conflicto tras la deforestación en Filipinas, y el papel de la erosión del suelo y la deforestación en la revuelta en México, y añadió: “La competencia por los minerales ha sido un elemento importante de varios conflictos en Africa en años recientes. La competencia por la madera ha figurado prominentemente en Liberia, en Indonesia y en Brasil.”

La tierra siempre estaba cubierta de bosques y árboles. No teníamos una palabra para desierto, porque nunca lo habíamos visto

La Profesora Maathai inició el Movimiento de Cinturón Verde en 1977. Al principio, los habitantes locales se mostraron escépticos, pero “cuando los árboles se habían plantado y empezaron a crecer se convirtieron en los mejores embajadores para sí mismos.

“Poseen esa maravillosa manera de comunicarse con las comunidades. Lucen hermosos en el paisaje y dan esperanza a la gente. La gente sabe que dentro de poco tiempo tendrán leña y madera. Hay sombra. No hay polvo. Pueden ver que es una buena inversión.”

A medida que el movimiento se fue expandiendo, la Profesora Maathai tropezó con creciente oposición del Gobierno del momento, y ella misma se convirtió en una activista opositora; fue golpeada y encarcelada. Volvió a las antiguas tradiciones, plantando “árboles de paz” para exigir la puesta en libertad de los prisioneros de conciencia, y a reconciliar conflictos étnicos en Kenia -- y dice que también fueron plantados “para promover una cultura de paz” durante la nueva redacción de la constitución del país.

Concluyó que la degradación medioambiental en Africa y en otras partes está empezando a llevar a tensiones internacionales. “La migración de Sur a Norte ocurre en parte porque los migrantes están dejando atrás un medio ambiente muy degradado a causa de haber tenido muy mala gobernanza y una distribución muy pobre de los recursos. No puede haber paz sin un desarrollo equitativo, y no puede haber desarrollo sin una gestión sostenible del medio ambiente en un espacio democrático y pacífico. Abrigo la esperanza de que este premio ayudará a mucha gente a ver el vínculo entre estas tres cosas”

 

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