ENTREVISTA a Iñaki Piñuel, psicólogo del trabajo y de la organización


“El acoso psicológico va en aumento en un ambiente de precariedad laboral”

Iñaki Piñuel compareció como experto en una comisión del Senado

 

PROBLEMA INMERECIDO. “El afectado debe ver que es inocente; no se merece lo que le pasa” APOYO EXTERIOR. “La víctima casi siempre necesita ayuda psicológica especializada”

Barcelona

Salir airoso del acoso psicológico en el trabajo es posible, asegura Iñaki Piñuel, autor del libro “‘Mobbing'. Manual de autoayuda” (Aguilar, 2003). No hay más que plantarle cara, y buscar ayuda psicológica y la complicidad de la familia y el entorno. Piñuel es psicólogo del trabajo y de la organización, profesor titular de la Universidad de Alcalá y de la Politécnica de Madrid, entre otras. Pero, sobre todo, es uno de los pocos expertos que hay en España de acoso psicológico en el trabajo, eso que inglés se llama “mobbing”.

–¿Es el “mobbing” un fenómeno nuevo o existía y no lo sabíamos?

–El “mobbing” ha existido siempre. Ya está descrito en la Biblia. Lo nuevo es la incidencia, el mayor número de trabajadores que son objeto de violencia psicológica. Según estudios de la Universidad de Alcalá y de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), hay 16 millones de europeos afectados; 2,3 millones en España.

–¿Por qué se le da nombre ahora si siempre ha existido?

–En la década de los ochenta los investigadores utilizaron la palabra “mobbing”, que procede de la etología (el estudio del comportamiento de los animales) y significa el comportamiento de agresión de un grupo que se siente amenazado por un individuo. La traducción es acoso psicológico en el trabajo, no acoso moral. No es un acoso a la moral de la persona y, en todo caso, sería un acoso inmoral.

–¿Cuáles son las características de este acoso?

–Afecta principalmente a trabajadores de sectores como la Administración pública, la sanidad, la educación, los medios de comunicación o las entidades financieras. Consume emocionalmente a la persona para que vaya cayendo en errores profesionales. Se busca sacarle de sus casillas, envenenar el ambiente. El objetivo final siempre es la exclusión: que la víctima se vaya de la empresa, provocarle una enfermedad, provocar una causa de despido inexistente (la víctima empieza a cometer errores, es lenta...). El perfil es el de un profesional válido o brillante, que es amenazante por ser diferente al grupo, por conocer determinadas irregularidades o secretos que pueden hacer daño a alguien.

–Los trabajadores acosados pueden caer en una depresión o incluso pensar en el suicidio. ¿Se puede hacer frente a este acoso psicológico?

–Se puede y es importante hacerle frente no sólo para salvaguardar los derechos humanos de la víctima, sino porque la estrategia de enfrentamiento es la mejor para ella. De lo contrario puede caer en depresión, ansiedad y presentar síntomas del shock postraumático. Hacer frente al acoso es muy positivo porque rearma psicológicamente a la persona, le sube la autoestima.

–¿Qué hacer para romper el círculo del “mobbing”?

–Lo primero es que la persona se convenza de su propia inocencia. No ha hecho nada para merecer eso. Tiene que hacer frente a la situación utilizando una estrategia inteligente, asertivamente. Después, hay que buscar apadrinamiento entre las personas del entorno, algo difícil porque los compañeros son testigos mudos de lo que pasa; hacen como si no fuera con ellos. La víctima tiene que lograr el apoyo de la familia, de la pareja. La relación de pareja puede entrar en crisis porque la irritabilidad que provoca el acoso se proyecta sobre el cónyuge y sus hijos y porque el desconocimiento del tema por parte de la pareja produce una segunda victimización en casa: “Algo habrás hecho”. Trabajamos con la pareja desde las primeras sesiones. Es muy importante la asistencia psicológica especializada, aunque hay pocos especialistas en esta materia. Es difícil que la persona por sí misma salga adelante.

–¿Se puede hacer algo en el terreno jurídico?

– El “mobbing” vulnera derechos fundamentales recogidos en el preámbulo de la Constitución , como la dignidad, la integridad, la moral. Mucha gente no lo sabe, pero se puede presentar lo que se llama una demanda de tutela de derechos fundamentales, que es un procedimiento rápido. En unas semanas se puede recibir la respuesta y, además, ser resarcido económicamente.

–Que un jefe machaque a un subordinado parece hasta normal, pero ¿cómo se explica que los compañeros colaboren en el acoso?

–Estamos en un momento, en un entorno laboral en el que los trabajadores miran para otro lado mientras no les toca a ellos por miedo a ser el próximo objetivo. Se da lo que llamamos un error básico de atribución, que hace que ante la percepción de un proceso de victimización tendemos a cargar la culpa sobre la víctima. Los medios de comunicación lo hacen cuando, al informar sobre un asesinato, hablan de un ajuste de cuentas. Eso nos deja tranquilos, nos da la idea de que la sociedad es justa, que si no haces nada no te pasa nada. En el caso del “mobbing” esto es muy destructor. Es como si la víctima no hubiera sabido hacer frente a su trabajo. A esto hay que añadir una caída generalizada de los valores en el mundo laboral. Con las fusiones, adquisiciones, las regulaciones de empleo y demás esto es la ley de la selva: todo el mundo se pelea con todo el mundo para sobrevivir.

–¿Significa esto que el acoso psicológico en el trabajo irá en aumento?

–Sí, seguirá incrementándose. Según el último informe de la OIT hay una tendencia alarmante al alza en el sector servicios, que es el más dinámico. Hay un aumento de la violencia en el entorno laboral. En España, en los años ochenta había un 3,5% de trabajadores afectados por el acoso psicológico, ahora hay un 15%. Cabe esperar que, en la medida que aumente la precariedad laboral, los trabajos sean más intensos en relaciones humanas, haya que hacer las tareas más rápidamente y con menos coste –lo que significa que una persona hace el trabajo de cuatro–, el “mobbing” vaya a más.

–¿Puede estallar el sistema?

–Sí. Si dijéramos a las empresas que podrían ganar un 15% en su productividad estarían encantadas. El “mobbing” crea un ambiente aterrador. El cerebro del trabajador está a la defensiva porque tiene miedo, no está centrado en la búsqueda de la productividad. Pero las organizaciones en general se niegan a admitir lo que ocurre y así es difícil prevenir.

–¿Al final va a resultar que los empresarios son tontos y no se dan cuenta de lo que pasa?

–Se producen diagnósticos incorrectos. Hay que huir de la idea de que es el jefe el que acosa. En España, un 30% del acoso se produce entre compañeros. Y en algunos casos es ascendente. En las empresas se atribuye al estrés, a una enfermedad, a llevarse mal entre compañeros o a un estilo de mando inapropiado. Y si es mujer, a que está menopáusica, que es una solterona...

–¿Cuál es la reacción de los agresores cuando se les planta cara?

–En el fondo suelen ser cobardes. Cuando se les hace frente se ven sorprendidos y reculan, a pesar de que las víctimas creen que son todopoderosos. Los agresores nunca se reconocerán como tales, dicen que la víctima está haciéndolo mal y suelen intentar presentar el efecto que causa su acoso como el origen del problema. Se desestabiliza a la víctima y luego se dice que es desequilibrada. Es satánico porque el afectado empieza a dudar de sí mismo.

 

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