“Todos los animales se drogan”

 

GIORGIO SAMORINI, ETNOBOTÁNICO Y ETNOMICÓLOGO

Tengo 45 años y nací en Bolonia (Italia). Me doctoré en Botánica y me especialicé en Etnobotánica: en las relaciones entre el hombre primitivo y las plantas. Estoy casado, sin hijos. ¿Ideología política? ¡La defensa del conocimiento científico! Ni soy ateo ni practico una religión reglada. Publico “Animales que se drogan” (ed. Cáñamo)

VÍCTOR–M. AMELA - 29/05/2003


-Por qué nos drogamos?

–Existen cuatro motivos.

–¿Me los enumera? Uno.

–Para buscar placer.

–Dos.

–Para buscar valor para la lucha.

–Tres.

–Para evadirse de uno mismo y de su entorno cotidiano.

–Cuatro.

–Para buscar un conocimiento más hondo de la realidad.

–¿Y desde cuándo nos drogamos?

–Desde la prehistoria. Desde el paleolítico. Más aún: desde los orígenes de la especie. E incluso desde antes de existir como especie humana: ¡los animales también se drogan!

–¿Los animales? ¿Qué animales?

–Darwin observó ya ese comportamiento en cabras, monos y ciertas aves, pero sólo se limitó a anotarlo, muy extrañado...

–¿No dio Darwin ninguna explicación?

–No. Hace 200 años se reseñaba que sólo cinco especies animales se drogaban. En los años 70, se aceptó que eran 40 especies. En los años 90, ¡300 especies! Hoy los etólogos han documentado que 380 especies animales consumen drogas, ¡y se está aceptando ya que todas la especies animales se drogan!

–Deme un ejemplo.

–Es bien conocido el de las hormigas “ganaderas”: capturan en su hormiguero a cierta especie de coleóptero, al que alimentan, limpian y cuidan, y cuyo vientre exuda gotitas de una sustancia que las hormigas chupan por turnos, ¡para embriagarse!

–Tan pequeñas y tan pillinas...

–Es un caso raro, porque los animales no suelen cultivar sus drogas o “apacentarlas”. Sí aprovechan las ocasiones, como hace el sapo: merodea cerca de la seta “Amanita muscaria” y devora las moscas caídas alrededor...

–¿Por qué hay moscas caídas alrededor?

–Las moscas lamen el ácido iboténico que supura la roja caperuza de la seta, y quedan embriagadas, catatónicas (no muertas)... El sapo lo aprovecha para alimentarse con ellas. O, quizá, ¡para drogarse él también!

–¿Qué quiere decir?

–Al comerse las moscas, el sapo ingiere a su vez los alcaloides activos de la seta...

–Esto es una cadena de drogadictos, oiga.

–Pues añada al hombre: los chamanes siberianos seguían a los renos y comían su carne para conseguir efectos alucinógenos.

–¿Alucinógena la carne de reno? ¿Por qué?

–El reno busca con frenesí “Amanita muscaria”: le deleita el estado de ebriedad que siente tras comerla. ¡La carne de ese reno (y su orina), ingerida, es, a su vez, psicoactiva!

–Oiga, ¿y qué animal es el más drogadicto?

–La cabra. Luego, el ratón. ¡A mí me atacó una vez una cabra porque yo llevaba en la mano ciertos hongos alucinógenos (“psylocybe”)! Al caérseme los hongos, la cabra me olvidó y se lanzó sobre ellos, y los devoró...

–La p... de la cabra.

–Pues a la cabra debemos el descubrimiento de hongos y bayas excitantes que hoy consume el ser humano: el café, el “khat”... Un pastor etíope observó que sus cabras gustaban de roer ciertas bayas rojas que las ponía muy excitadas y saltarinas. Y las probó él: era café. Y lo mismo sucedió con el “khat”.

–¿Qué es el “khat”?

–Una planta euforizante que millones de personas mascan en Oriente Medio, llamada “flor del paraíso”. ¡Sus cultivadores saben que deben mantener a las cabras lejos de la planta, pues si la prueban... arremeterán contra quien quiera apartarlas de su “paraíso”!

–Me ha citado también a los ratones...

–Son habituales de los fumaderos de opio humanos: les encanta olisquear ese humo. Recuerdo un caso: en cierta comisaría desaparecía droga decomisada, y se descubrió que eran los ratones, que habían catado toda clase de drogas ¡y se aficionaron a todas!

–En este caso ha sido el hombre quien le ha descubierto al ratón ciertas drogas...

–Sí. Pero no es ése el caso de los elefantes borrachos. O el de los gorilas y mandriles con la “iboga”: cuando un macho desafía a otro, ambos se alejan en busca de esa raíz, la toman... y se esperan a que pasen dos horas y les haga efecto (que excita e insufla valor físico). Y, luego, luchan. ¡Es un comportamiento del todo premeditado! Los pigmeos lo aprendieron observando a esos primates...

–¿Y qué es eso de los elefantes borrachos?

–Consumen frutos de palma, cuya fermentación alcohólica en su tripa los emborracha. Es un comportamiento “cultural”: se transmite de padres a hijos. Se ha estudiado que si se les aísla, lo desconocen... hasta que un individuo lo descubre y lo enseña a los demás.

–Y en moscas, cabras...: ¿hay un impulso genético o son intoxicaciones accidentales?

–Sólo hemos estudiado el gato: ¡tiene un gen responsable de que reaccione a los nepetalactones de la nébeda, planta silvestre que le embriaga y excita sexualmente! Pero, tras siglos de encierro doméstico, en la mitad de los gatos caseros no se encuentra ya ese gen...

–Los animales, en general, ¿se drogan sin querer o se drogan porque les gusta hacerlo?

–Las evidencias de consumo intencional son apabullantes: el animal insiste en la repetición de esa conducta, aunque implique algún riesgo. ¡Es la regla, y no una desviación!

–Tal gusto por la ebriedad... ¡alguna función tendrá en el mosaico de la vida!: ¿cuál?

–¡Ah...! ¡Ésa es la pregunta que espero que los etólogos un día sepan contestar! Yo tengo mi hipótesis. Pero es sólo una hipótesis...

–¿Me la confía, por favor?

–Tal conducta cumpliría cierta función evolutiva en las especies. Salirse de comportamientos básicos ya conquistados (alimentarse, reproducirse) tiene sus costes, pero a la vez, abre posibilidades adaptativas nuevas...

[entrevista en La Vanguardia]

 

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